En una ocasión, el Párroco de una Comunidad rural se percató de que una señora, ya entrada en años, acudía todos los días, en el mismo horario, y por espacio de 3 horas consecutivas, a orar delante del Sagrario.
El Párroco sintió (¡cosas de la debilidad humana!), el deseo insano de gastarle una "broma" a la respetable señora... se acercó a ella y, con tono un tanto burlesco, le dijo:
"Pero abuela... ¿Qué hace usted todo este tiempo delante del Sagrario? ¿No tiene algo mejor qué hacer? ¿Son tantos sus pecados? ¿Qué le dice al Señor en esas diarias tres horas?"
La señora, con un gesto amable, y con palabras dulces, respondió:
"Padre... yo sólo vengo a pedir por usted..."
Por dejarnos llevar de mil pasiones pretendemos humillar a la gente sencilla y, somos nosotros mismos los que terminamos humillados... listos para la conversión...
El Párroco sintió (¡cosas de la debilidad humana!), el deseo insano de gastarle una "broma" a la respetable señora... se acercó a ella y, con tono un tanto burlesco, le dijo:
"Pero abuela... ¿Qué hace usted todo este tiempo delante del Sagrario? ¿No tiene algo mejor qué hacer? ¿Son tantos sus pecados? ¿Qué le dice al Señor en esas diarias tres horas?"
La señora, con un gesto amable, y con palabras dulces, respondió:
"Padre... yo sólo vengo a pedir por usted..."
* * * *
¿Cuántas veces nos ha sucedido a nosotros algo parecido?
Por dejarnos llevar de mil pasiones pretendemos humillar a la gente sencilla y, somos nosotros mismos los que terminamos humillados... listos para la conversión...
¡Delante del Sagrario se aprenden tantas cosas!
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