El Catecismo de la Iglesia Católica. Del acto de fe a la confesión de fe….


Manuel del Campo Guilarte
… En este sentido parece oportuno destacar cómo el Símbolo de los Apóstoles contiene en su base una fórmula sencilla en tres artículos que afirman la fe en Dios Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Esta fórmula, que tiene como origen un interrogatorio con tres apartados, no es sino la expresión de la norma bautismal que encontramos en el evangelio de San Mateo 28, 19: “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Por todo esto es legítimo afirmar que el Símbolo de los Apóstoles enlaza con la fe y la práctica bautismal del siglo I[1].


Y esto que afirmamos del Símbolo de los Apóstoles, podemos también aplicarlo a los símbolos de la fe en general, que normalmente llegaron a estructurarse sobre la base de las antiguas preguntas y afirmaciones bautismales; es decir, sobre el asentimiento y la confesión de la fe por parte del candidato en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, en cuyo nombre será bautizado y por ello liberado del pecado y de la muerte, y nacido a la vida nueva en Jesucristo.

Pero hay aún otro dato que nos muestra la estrecha vinculación de los símbolos con el bautismo. Cuando a partir de la segunda mitad del siglo II se alcanza el pleno desarrollo del catecumenado y queda establecido el interior del mismo, cercana ya la vigilia pascual, el rito de la Traditio y la Redditio Symboli, con todo su significado de recopilación y síntesis, sabemos que la praxis de la iniciación cristiana, propia del catecumenado, al servicio de la preparación y celebración de los sacramentos de iniciación, contenía, como pieza clave, una catequesis que tenía como norma y dirección la ‘explanación’ del símbolo (los misterios de la fe eran presentados e interiorizados progresivamente por el catecúmeno y proclamados después por él mismo mediante los ritos de la Tridittio y redditio Symboli), y la celebración del sacramento del Bautismo, donde el candidato era bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Por una parte, el Símbolo, que es síntesis de la fe cristiana, resumen orgánico y articulado de lo esencial de la fe que profesa la Iglesia. Sobre él, sin duda desde la clave catecumenal, afirma San Cirilo de Jerusalén: “Esta síntesis de fe no ha sido hecha según opciones humanas, sino que de toda la Escritura ha sido recogido lo que hay en ella de más importante, para dar en su integridad la única enseñanza de la fe. Y como el grano de mostaza contiene en un grano muy pequeño gran número de ramas, de igual este resumen de la fe encierra en pocas palabras todo el conocimiento de la verdadera piedad contenida en el Antiguo y Nuevo Testamento”[2]. Y San Agustín a sus catecúmenos: “He aquí, para vosotros, el momento de recibir el símbolo, que contiene en resumen todo lo que se cree para la salvación eterna”[3]. El Símbolo para la confesión de la fe, y por ello, para la comunión de los cristianos entre sí, la comunión de la iglesia, con el consiguiente compromiso personal, comunitario y público. Un símbolo de la fe que será fuente de la catequesis propia del catecumenado y meta de la misma, en cuanto que el catecúmeno ha de alcanzar a confesar a confesar, de modo consciente y responsable, la fe que confiesa la Iglesia. Será así una catequesis que tiene su origen en la fe de la Iglesia y su meta en la confesión personal de la fe de la Iglesia, junto con toda la comunidad.

Por otra parte, el Sacramento el Bautismo, junto con el Sacramento de la Confirmación y de la Eucaristía, sacramento de iniciación, y centro teológico y vital del catecumenado primitivo.
La formación catequética, propia del catecumenado, estaba enteramente fundada y orientada por los elementos constitutivos del sacramento del Bautismo ya inminente: las tres preguntas bautismales con su respectivo asentimiento (triple afirmación y vinculación por entero de la mente y del corazón del bautizado a Dios) y la triple inmersión en las aguas del bautismo. Los planes y programas formativos, diríamos hoy, propios de la catequesis de la iniciación cristiana estaban organizados y estructurados conforme al acontecimiento bautismal[4]



[1] Puede verse con amplitud en J. N. D. NELLY, Primitivos credos cristianos (Salamanca), 149 y ss.
[2] SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catecheses illuminadorum, 5, 12 (PG 33) 521-524
[3] SAN AGUSTÍN, Sermón 212, 1.
[4] Con más amplitud en NELLY, PRIMITIVOS CREDOS CRISTIANOS, 70 SS.

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