YA VIENE, YA ESTÁ CERCA EL SEÑOR
A unos cuantos días de celebrar uno de los más importantes misterios de nuestra
fe, el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, compartimos con
ustedes una sencilla reflexión:
Para nosotros, la Navidad no sólo es un día de fiesta, sino toda una temporada de fiestas, y de la misma forma que la Pascua, contiene un tiempo especial de preparación llamado "Adviento", que inicia cuatro domingos antes.
Es costumbre que se celebren varias misas en Navidad, con distinto contenido, según su horario. Así, la noche anterior al 25 de diciembre (la Nochebuena), se celebra la famosa "Misa de Gallo" o "Misa de Medianoche"; en algunos lugares hay incluso una "Misa de Aurora", precisamente al amanecer de la Solemnidad; y la "Misa del Día", en la que es costumbre que antes o después de ella, el Papa dé un mensaje de Navidad a todos los fieles del mundo. Este mensaje es conocido como "Urbi et Orbi" (palabras latinas que significan "A la Ciudad de Roma y a todo el mundo").
Posterior a la celebración del 25 de diciembre, tienen lugar otras fiestas, como: San Esteban, protomártir cristiano (26 de diciembre), San Juan, Apóstol y Evangelista (27 de diciembre), los Santos Inocentes (28 de diciembre), la Sagrada Familia (domingo posterior a la Navidad), Santa María Madre de Dios (1 de enero), Epifanía (6 de enero, o segundo domingo de Navidad), el Bautismo de Nuestro Señor (domingo siguiente a la Epifanía), y es precisamente con esta Solemnidad con lo que se concluye el tiempo litúrgico de la Navidad.
El Señor viene, y su Nacimiento no sólo se celebra entre los cristianos, sino también entre muchas otras personas que, aún cuando no lo sean, la utilizan como mero festejo de convivencia social y / o familiar.
Varias tradiciones acompañan este tiempo tan hermoso:
- La Cena de Navidad.
Para nosotros, la Navidad no sólo es un día de fiesta, sino toda una temporada de fiestas, y de la misma forma que la Pascua, contiene un tiempo especial de preparación llamado "Adviento", que inicia cuatro domingos antes.
Es costumbre que se celebren varias misas en Navidad, con distinto contenido, según su horario. Así, la noche anterior al 25 de diciembre (la Nochebuena), se celebra la famosa "Misa de Gallo" o "Misa de Medianoche"; en algunos lugares hay incluso una "Misa de Aurora", precisamente al amanecer de la Solemnidad; y la "Misa del Día", en la que es costumbre que antes o después de ella, el Papa dé un mensaje de Navidad a todos los fieles del mundo. Este mensaje es conocido como "Urbi et Orbi" (palabras latinas que significan "A la Ciudad de Roma y a todo el mundo").
Posterior a la celebración del 25 de diciembre, tienen lugar otras fiestas, como: San Esteban, protomártir cristiano (26 de diciembre), San Juan, Apóstol y Evangelista (27 de diciembre), los Santos Inocentes (28 de diciembre), la Sagrada Familia (domingo posterior a la Navidad), Santa María Madre de Dios (1 de enero), Epifanía (6 de enero, o segundo domingo de Navidad), el Bautismo de Nuestro Señor (domingo siguiente a la Epifanía), y es precisamente con esta Solemnidad con lo que se concluye el tiempo litúrgico de la Navidad.
El Señor viene, y su Nacimiento no sólo se celebra entre los cristianos, sino también entre muchas otras personas que, aún cuando no lo sean, la utilizan como mero festejo de convivencia social y / o familiar.
Varias tradiciones acompañan este tiempo tan hermoso:
- La Cena de Navidad.
- Los Nacimientos.
- La Corona de Adviento.
- Los Villancicos.
- Las Posadas.
- Las Piñatas.
- Los Buñuelos, tamales y un sin fin de platillos tradicionales.
- Etc.
Celebremos intensamente estos santos misterios: ¡Ya se acerca el Señor!
Celebremos intensamente estos santos misterios: ¡Ya se acerca el Señor!
EL LIBRO DEL EMMANUEL
“¡Miren!
La joven está
encinta y dará a luz un hijo,
a quien le pondrá
el nombre de Emmanuel...”
(Ver Is 7, 14)
Discordias entre los reinos
Los capítulos 7 al 12 del profeta Isaías forman una sola unidad
literaria, se le ha denominado “el libro del Emmanuel”.
Para entender el marco histórico de la época, situémonos en su
contexto:
Era el siglo VIII a.C., Asiria es un gran imperio en extensión,
soberbio y sumamente cruel.
Dos pequeños reinos, donde todavía no había entrado aquel opresor,
decidieron reunirse para defenderse y hacerle batalla: Siria, con su capital
Damasco; e Israel (el reino del Norte), cuya capital para entonces era Samaria.
Ambos pidieron a los países pequeños del sur (entre los que se
encontraba el reino de Judá) que se aliaran con ellos, a fin de hacerle un
frente más nutrido a la potencia opresora.
El gobierno de Jerusalén se negó a participar en esta alianza “anti asiria”.
Pero una parte de la población sí la apoyaba. Sintiendo el despecho de la capital
judía, Siria e Israel declararon la guerra a Judá, con el fin de cambiar al
gobierno entonces reinante y proponer, en su lugar, al partido “pro alianza”, y
ver así más nutridas sus tropas para enfrentar a los asirios.
Viéndose acorralados, los judíos miraron hacia Nínive, la ciudad capital
Asiria, para denunciar a sus opresores, Siria e Israel, y pedir su protección
contra ellos.
Esta fue la profunda crisis que provocaron; una posición sin salida
aparente: Por un lado, si Judá se aliaba con Asiria, la destruirían sus vecinos,
Siria e Israel. Por el otro, si se aliaba con sus vecinos, Asiria sin pensarlo
dos veces la destruiría...
El profeta Isaías, entonces, percibe la realidad “desde Dios”, y para
liberar a su pueblo propone una salida estratégica:
En primer lugar, de parte de Dios, intenta tranquilizar al rey de
Jerusalén, Ajaz: “Quédate tranquilo. No
tengas miedo al ver ese par de tizones humeantes” (Ver Is 7, 4). Se refiere
a los reyes de Samaria y Damasco.
En segundo lugar, le anuncia un camino de salvación: Aceptar la
presencia de Dios dentro de su pueblo. Por eso, y como una imagen muy fácil de
comprender, le cambia el nombre a Judá; lo llama “Emmanuel”, es decir “Dios con
nosotros”.
Dios es santo, poderoso y lleno de vida. Pero se manifiesta en lo
pequeño, en lo débil y sencillo; su presencia es suave y delicada, pero llena
de esperanza: es como el murmullo del arroyo (Ver Is 8, 6), llena de hermosas
ilusiones, como puede estar una jovencita embarazada (Ver Is 7, 14), o como un
niño, recién nacido (Ver Is 9, 5); esta ilusión será tierna y esperanzadora,
como salen los brotes de un árbol (Ver Is 11, 1).
Isaías pide que el pueblo tenga fe en Dios, y que la tenga también en
sí mismo. Aunque sea pequeño, como un arroyo, como un niño o como un brote,
junto a Dios será más poderoso que Samaria y Damasco.
Sin embargo, los previene, si se alían con la poderosa Nínive, el
fracaso será inevitable.
Cuatro comparaciones
Así explica Isaías cómo será la realidad del pequeño Judá si se deja
inundar por la presencia de su Dios:
1. “La joven está encinta” (Ver
Is 7, 14).
Ciertamente, en este pasaje no se está refiriendo directamente a la Santísima
Virgen María, pero la tradición eclesiástica ha percibido en esta comparación
una profecía de lo que Dios hará en medio de su pueblo para socorrerlo con su
Mesías. El texto apunta, más bien, a que Judá se presenta como una jovencita
embarazada: linda, hermosa, tierna y llena de esperanzas. El texto apunta que
el niño que nacerá comerá “requesón y miel” (Ver Is 7, 15): dos cosas limpias y
sanas, su propia cultura, su propio ser: recordemos que a la tierra prometida
se le conocía como la tierra “que mana leche y miel” (Ver Ex 33, 3).
2. “Las aguas de Siloé corren
mansamente dentro de ti” (Ver Is 8, 5).
Judá es como un manso y tranquilo arroyo que pasa por en medio de su
pueblo. Ellos despreciaron su hermosa identidad y quisieron fiarse de las
embravecidas aguas del río Eufrates, símbolo del poder asirio. Por eso, los
alerta: si se fían de los poderosos, éstos le pasarán por encima. Será como una
terrible inundación (Ver Is 8, 7 – ss). La alternativa es tajante: refugiarse
en Dios. De lo contrario, los poderosos arrasarán con todo.
3. “Un niño recién nacido” (Ver
Is 9, 1 - 7).
No hay una creatura más débil y desamparada. Sin embargo, un niño es lo
más lindo y esperanzador que existe. Dios se presenta como un niño pequeño,
pero capaz de quebrar el yugo y de destruir las botas militares (invento
asirio) y los mantos manchados de sangre del ejército que los aterroriza. Dios
es una “paradoja”, es un misterio: Este niño pequeño está llamado a vencer al
poderoso, y a convertirse en juez y verdugo de los imperios opresores (Ver Is 9,
5 - 7).
4. “Un brote del tronco de Jesé”
(Ver Is 11).
Un brote que emerge de un tronco cortado aparece pequeño, débil, frágil…
sin embargo, el tiempo y el desarrollo harán de aquel vástago un tronco muy
fuerte, incluso, capaz de quebrantar las piedras. Judá es también pequeño, pero
está llamado a ser fuerte y grande. Tienen que creer en la belleza y en la esperanza
de su propia identidad. Lo que tienen dentro y lo hace fuerte es “su savia”, es
decir, el Espíritu del Señor: la honradez interna, la sabiduría y la valentía
para gobernarse conforme a los preceptos de Dios. Si es “pueblo de Yavé”, Judá será
como lo es Él. Sus características serán la justicia, la lealtad y la paz, pero
para ello tendrá que “conocer a Yavé y respetarlo” (Ver 11, 2).
Profecía que se cumple
Jesús vendrá al mundo en la
pequeñez de un niño indefenso. María supo confiar en Dios y percibir en este
“vástago” el tronco fuerte, capaz de derrocar al pecado y de darnos la
salvación…
¡100 AÑOS!
La Sección Diocesana de Evangelización y Catequesis de la Arquidiócesis de Guadalajara, SEDEC, ha iniciado ya con los festejos por sus primeros 100 años de vida.
Agradecidos con Dios, queremos aprovechar esta ocasión para asumir la riqueza del pasado, analizaremos nuestra realidad actual, y responderemos con esperanza al futuro, para ser una institución eclesial que contribuya a la nueva evangelización.
Retomaremos con periodicidad las publicaciones en este Blog.
Visita nuestra página: sedecgdl.com y entérate de las novedades que en este año jubilar estaremos compartiendo.
Los tres santos reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar
Todos hemos escuchado hablar de ellos… sin embargo, pocos saben que
llamarlos así es algo arriesgado. Según los datos presentados en la
Sagrada Escritura, de ellos ni se especifica número,
ni santidad, ni realeza, ni oficio, ni conocemos sus nombres… El
Evangelio de San Mateo es la única fuente bíblica con la que contamos
para justificar esta celebración: Los doce primeros versículos de su
segundo capítulo nos narran el evento.
¿Fueron tres?
Si bien en la Biblia se explica que fueron tres los regalos otorgados al Niño Jesús (oro, incienso y mirra), la primera referencia concreta respecto al número la da Orígenes, un conocido escritor de la Iglesia del siglo IV. En el siglo V, el Papa León I (apodado “Magno” = “El Grande”) estableció oficialmente su número en tres para toda la cristiandad.
¿Fueron santos?
Aunque ahora les vemos y honramos en los altares, la Iglesia no ha hecho formalmente una canonización (ceremonia de entronización como reconocimiento de su santidad) de ninguno de ellos. Al tener tan pocos datos bíblicos de los mismos, no se pueden considerar explícitamente sus virtudes, ni presentarlas como ejemplo e imitación para los fieles.
¿Fueron reyes?
Es cierto, los regalos que presentaron son dignos de reyes. Sin embargo, la Biblia no nos dice nada más al respecto. Las alusiones a sus países de origen, sus cabalgaduras, y sus rangos de nobleza, fueron añadidas por la tradición posterior.
¿Fueron magos?
Al menos no como entendemos nosotros hoy esta palabra. No fueron “prestidigitadores”, ni se dedicaban a “predecir el futuro”, o a “adivinar el destino de los hombres”. Las traducciones más actuales de la Biblia prefieren llamarlos “sabios”, entendiendo con este término “conocedores de Astronomía”.
¿Y sus nombres?
A mediados del siglo VI, en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia), se les asignaron los nombres de “Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar”. Según una leyenda, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se alberga el llamado “Relicario de los Tres Reyes Magos”.
* * * * * *
Lejos de desanimarnos con estos datos, nos alegramos con esta celebración. Nuestra fe cristiana católica se nutre tanto de la Palabra de Dios como de la Tradición secular. El “pretexto” de regalar presentes a los niños en esta fecha queda más que justificado, si entendemos que el Regalo que Jesús ha venido a traernos con su nacimiento es… ¡Para compartirse!
¿Fueron tres?
Si bien en la Biblia se explica que fueron tres los regalos otorgados al Niño Jesús (oro, incienso y mirra), la primera referencia concreta respecto al número la da Orígenes, un conocido escritor de la Iglesia del siglo IV. En el siglo V, el Papa León I (apodado “Magno” = “El Grande”) estableció oficialmente su número en tres para toda la cristiandad.
¿Fueron santos?
Aunque ahora les vemos y honramos en los altares, la Iglesia no ha hecho formalmente una canonización (ceremonia de entronización como reconocimiento de su santidad) de ninguno de ellos. Al tener tan pocos datos bíblicos de los mismos, no se pueden considerar explícitamente sus virtudes, ni presentarlas como ejemplo e imitación para los fieles.
¿Fueron reyes?
Es cierto, los regalos que presentaron son dignos de reyes. Sin embargo, la Biblia no nos dice nada más al respecto. Las alusiones a sus países de origen, sus cabalgaduras, y sus rangos de nobleza, fueron añadidas por la tradición posterior.
¿Fueron magos?
Al menos no como entendemos nosotros hoy esta palabra. No fueron “prestidigitadores”, ni se dedicaban a “predecir el futuro”, o a “adivinar el destino de los hombres”. Las traducciones más actuales de la Biblia prefieren llamarlos “sabios”, entendiendo con este término “conocedores de Astronomía”.
¿Y sus nombres?
A mediados del siglo VI, en un mosaico de la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia), se les asignaron los nombres de “Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar”. Según una leyenda, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se alberga el llamado “Relicario de los Tres Reyes Magos”.
* * * * * *
Lejos de desanimarnos con estos datos, nos alegramos con esta celebración. Nuestra fe cristiana católica se nutre tanto de la Palabra de Dios como de la Tradición secular. El “pretexto” de regalar presentes a los niños en esta fecha queda más que justificado, si entendemos que el Regalo que Jesús ha venido a traernos con su nacimiento es… ¡Para compartirse!
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