De Catechizandis Rudibus (Presentación)


Hace más de treinta años, el Secretariado de Evangelización y Catequesis de la Arquidiócesis de Guadalajara (hoy SEDEC), publicó una traducción muy acertada del Tratado Catequístico "De Catechizandis Rudibus" de San Agustín.

Ahora, anhelando que esta herramienta utilísima llegue a todo el mundo, compartimos con ustedes este Documento, en tres "entradas" de nuestro Blog:

1. Presentación
2. Primera Parte (números 1 al 23)
3. Segunda Parte (números 24 al 55)



Quiera Dios que se use con sano provecho, pues será "novedad" de la Red contar con este Documento en nuestra lengua española...

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PRESENTACIÓN

He aquí un texto clásico de la catequesis que nos da la oportunidad de pulsar la acción catequística, la vida de la Iglesia en sus primeros siglos. Época en que los "Obispos y Pastores, los de mayor prestigio, sobre todo en los siglos tercero y cuarto, consideran como una parte importante de su ministerio episcopal enseñar la Palabra o escribir tratados catequéticos. Es la época de Cirilo de Jerusalén y de Juan Crisóstomo, de Ambrosio y de Agustín" (CT 12).

El tratado catequístico de San Agustín "De Catechizandis Rudibus" refleja la fuerza y dinamismo de la Iglesia que busca, por la catequesis, mantenerse fiel al Señor y al hombre ante las nuevas situaciones de la época; una Iglesia consciente de que su crecimiento y caminar dependen de la catequesis; una Iglesia evangelizadora y misionera.

Un Verdadero Pastor

En el año 400, a los 46 años de edad y cuarto de episcopado, el Obispo de Hipona escribe esta obra con ocasión de la ayuda que le pide el diácono Deogracias. Ese mismo año escribe también "Contra Faustum", "De consensu evangelistarum", "Ad inquisitiones Januarii", "De opere manachorum", "De fide rerum quae nos videntur", "Contra epistolam Parmeniani", "De Trinitate", y "De baptismo contra donatistas".

Un hombre que aprovecha toda oportunidad para dar a conocer a Cristo y a su Iglesia; místico y fundador de conventos, asiduo escrutador de las Sagradas Escrituras (fuente de su oración y predicación), teólogo profundo, protagonista de varios concilios celebrados en el norte de África, abundantes escritos y varias disputas personales y públicas contra los herejes de los cuales convierte a algunos, gran catequista y liturgo. Un hombre incansable.

Un verdadero passtor que no pierde de vista al Buen Pastor: cuida su grey, la defiende de los errores y falsos pastores, la alimenta con buenos pastos. Como Pablo, un convertido con prisa de acabar al hombre viejo, enamorado por completo de Cristo y de su Iglesia y, por lo mismo, con un gran cariño al hombre que lo lleva a hacerse "judío con los judíos, gentil con los gentiles" (Ver 1 Co 9, 20).

Un modelo de Catequista

Esta obra nos revela en el teólogo profundo al catequista sencillo y sensible a los detalles de la vida ordinaria. San Agustín abre su corazón de pastor: percibimos sus alegrías, sentimientos y dificultades; descubrimos al santo muy consciente de sus carismas que pone siempre al servicio del Evangelio.

Creo que sin dificultad podemos encontrar en este tratado las dimensiones esenciales de la catequesis a que aluden los catequetas en los últimos años como síntesis integral y orgánica de la catequesis. Aún la catequesis más renovada y los catequistas más exigentes encontrarán aquí una luz y un impulso. Es patente su preocupación por el catequista, por el contenido y el catequizando.

Al catequista recuerda varias actitudes indispensables y le pide una constante atención metodológica: nunca separarse un ápice de la verdad (n. 16), darse cuenta del proceso del catequizando para no edificar sobre terreno falso (n. 10), tratar de conocer sus intenciones (n. 12), no fastidiarlo ni confundirlo (n. 5), proteger la debilidad del catecúmeno contra las tentaciones y los escándalos dentro y fuera de la Iglesia (n. 16), en algunos casos "más hay que hablar a Dios por él, que de Dios a él" (n. 18). Su espiritualidad sólida de pastor lo lleva a dar prioridad al requerimiento de los demás y a superar sus propias fallas (n. 20 - 22).

Insiste en un contenido integral y orgánico situándolo siempre dentro de la Historia de Salvación (n. 29 - ss). Contenido ilustrado abundantemente con ejemplos de la vida ordinaria de sus oyentes: "Se han de preferir siempre las cosas verdaderas a las bien dichas, a la manera que se estiman más los amigos prudentes a los bien parecidos" (n. 13); "¿Qué salud podrán tener en su ánimo los que se alimentan de discordias y de luchas? Porque la salud responde al alimento que se toma" (n. 25).

La situación concreta de los catequizando impone la metodología y la extensión y acentuación del contenido. Otra característica de San Agustín es su ingenio en el juego de palabras que manifiesta la profundidad y asimilación de las verdades de la fe, otro recurso pedagógico al servicio del Evangelio.

"Cuanto digas, dilo de tal manera que aquel a quien hablas oyendo crea, creyendo espere, y esperando ame" (n. 8). "La caridad da vida a unos, se hace débil con otros, a éstos procura edificar y tiembla de ofender a aquellos, severa con éstos, de nadie enemiga, de todos madre" (n. 23). "Si en el foro valen los sonidos, en la Iglesia vale el corazón, la del foro puede tal vez llamarse "buena dicción", pero nunca bendición" (n. 13). "Imita a los buenos, sufre a los malos, ama a todos" (n. 8).

Estimulado por los participantes al Curso Superior de Catequesis, presento este valioso documento como una referencia segura para la renovación profunda de la catequesis; una luz para todos los que sienten y comparten los anhelos y preocupaciones de la Iglesia; un modelo de creatividad pastoral cimentado en la fidelidad a Dios y al hombre concreto.

Guadalajara, Jal., Abril 1 de 1981

+ José Card. Salazar L.
Arzobispo de Guadalajara

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