LA TAREA DEL COORDINADOR DE CATEQUESIS


Presentamos el siguiente artículo de la revista argentina  DIDASCALIA, de Víctor Acha.

Coordinar significa reunir medios, voluntades, esfuerzos y ordenarlos metódicamente para una acción en y para una comunidad. La acción de coordinar se refiere entonces a la atención que merece el ordenamiento de la comunidad. 

Una adecuada coordinación facilita el desarrollo, el crecimiento y los ajustes del conjunto de las actividades, y permite la cohesión y armonía necesarias. Sin duda que es la comunidad toda y en ella cada uno de sus miembros, quienes tienen la responsabilidad de aquella armonía y ordenamiento, por eso los roles de coordinación se ejercen en y para la comunidad. 

El coordinador es un servidor de la comunidad que asume esta tarea específica de atender a que en el “cuerpo comunitario”, cada miembro ocupe su lugar, desempeñe su rol eficazmente y contribuya desde su lugar al crecimiento del conjunto. Entre nosotros han crecido la conciencia y las experiencias de coordinación de la catequesis, tanto a nivel de comunidades y parroquias, como diocesana y supra-diocesanamente. Un documento reciente del CELAM señala que coordinadores “son los catequistas que desempeñan servicios de coordinación y comunicación en la organización parroquial, zonal o diocesana”. Por tanto, para comprender el rol del coordinador de catequesis, tendremos en cuenta algunos criterios eclesiológicos y catequísticos.

1. En una Iglesia de comunión y participación 

El Concilio ha descrito a la Iglesia como Pueblo de Dios y sacramento de íntima unión de los hombres con Dios y de toda la humanidad. Por eso la comunión, la construcción de la comunidad, es vocación esencial de la Iglesia. Porque su misión es evangelizar ella existe para poner a las personas en comunión con Jesucristo y realizar con Él su anhelo “...que sean uno como tu Padre en mi y yo en ti...” (Jn 17,21). La tarea catequística se orienta a lograr esta comunión ya que “una de las metas de la catequesis es precisamente la construcción de la comunidad”. 

2. En el “camino” de la catequesis 

El segundo criterio que señalamos se refiere a nuestro modo de comprender y ejercer la catequesis. En cuanto “camino de crecimiento y maduración...”, la catequesis es esta acción que ejercida en la comunidad hace de la fe un itinerario permanente; un camino y un modo de caminar y de estar presente en el mundo y en la Iglesia; una experiencia de maduración de la vida a la luz de la fe. 
Por eso entendemos la catequesis como conocimiento de fe, como celebración de la vida y la fe, como testimonio de esa fe en el mundo. No se puede parcializar la catequesis en una sola de estas dimensiones, pues atenderíamos solo una parte alterando la finalidad, el contenido y el método de la catequesis. Somos responsables de realizar una catequesis integral.


3. El coordinador de catequesis

Aquellos criterios de eclesialidad y estos conceptos de catequesis serán orientadores de la acción del coordinador de catequesis. Su tarea se ha de orientar siempre a animar al conjunto de los catequistas en el espíritu comunitario y en trabajar en una catequesis permanente, que facilite al grupo cristiano su maduración en una fe adulta y comprometida. 
El Espíritu Santo, que inspira nuestra catequesis, es fuego, viento, aliento de vida, El impulsa, empuja, arrastra, anima, engendra profetas, testigos, mártires. 
Entonces el coordinador es un animador que constantemente hace lugar en la comunidad de catequistas para este accionar del Espíritu. A la vez, es un animador que permanentemente invita y alienta, para que los catequistas sean personas abiertas a las realidades del mundo, de la sociedad, de la vida, que están reclamando respuestas a los creyentes. 

Condiciones-del-catequista:
Entendemos que el coordinador de catequesis debe ser un catequista maduro y debe tener claro en que consiste su propia madurez y la de todos los catequistas con quienes trabaja. El documento del CELAM, que hemos citado, afirma que el catequista debe reunir determinadas condiciones que la comunidad cristiana espera de él (nº 200-202):

Condiciones-humanas:
• Equilibrio psicológico; saber escuchar; autoestima y valoración de sí.
• Conocer y respetar el ritmo del otro; responsabilidad y constancia.
• Sensibilidad ante la realidad social y económica.

Condiciones-de-fe:
• Espíritu evangélico y encuentro con Cristo; vida eclesial-sacramental; que transmita la fe de la Iglesia; comunión con los pastores.
• Testimonio cristiano de vida; capacidad de trabajar en comunión; espíritu de alegría y esperanza.
• Que busque su formación permanente; que conozca y sepa aplicar el material catequístico.

Aquí tenemos las dos grandes dimensiones en que se debe capacitar, entrenar, y afirmar todo catequista:
• Cultivar una vida íntegra, en creciente maduración.
• Consolidar una fe siempre en búsqueda y desarrollo, para aquilatar estas “condiciones”.
En la búsqueda de su propia coherencia y maduración, el coordinador encuentra los elementos fundamentales para ejercer su tarea junto a otros hermanos que participan de la misma búsqueda.

La-escuela-del-servicio:
Cualquiera sea el lugar en el que debamos desempeñarnos como catequistas, el evangelio de Jesús inspira los criterios para ejercer toda autoridad “...no se dejen llamar maestro...uno solo es el maestro y ustedes todos hermanos...no se dejen llamar padre...uno solo es el Padre...no se dejen llamar consejero...uno solo es consejero, el Mesías...” (Mt 23, 8-12).
Un catequista que enseña, forma y coordina, como en todo ministerio eclesial ordenado o no, es autoridad y por lo tanto es un “servidor”: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes?...si yo, el Maestro y Señor les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros...” (Jn 13, 12-15).
Desde la espiritualidad del servicio, se han de entender las funciones que nos toca asumir. Por eso si en la comunidad tenemos funciones de maestro, padre, o consejero, las tenemos solo en relación al Señor. Solo El es maestro, padre y consejero y todos somos sus discípulos y hermanos entre nosotros.
En efecto, nuestras funciones se sostienen en el Señor, son relativas a El. De allí que nuestro lugar es el de discípulo del único maestro padre y consejero y de hermano de los hermanos. Ejercitándonos en el discipulado (del Señor) nos vamos haciendo aptos para ejercer cualquier ministerio como hermano y servidor (de los hermanos).
Qué confianza debe darnos el saber que si enseñamos, si conducimos, o si aconsejamos nuestra acción se sostiene en el Señor y nada nos expone a la soledad del que está por encima, sino que estamos cobijados en la comunión fraterna.
Junto a estas disposiciones espirituales, debemos asumir responsablemente y buscar nuestra “eficiencia” para desempeñarnos en el rol que nos asigna la comunidad eclesial. De allí la necesidad y responsabilidad de capacitarnos, de formarnos para cualquier ministerio, también para el ejercicio de la coordinación.

4. Animar y coordinar la catequesis


Animar, es poner “anima”, alma, espíritu, fuerza interior que motiva, impulsa y sostiene. De allí que, si el catequista ha de ser siempre un animador en su tarea, el coordinador entonces, será a su vez un “animador de animadores”. Animar consiste en coordinar: personas, carismas, experiencias y acciones.                                            
                                         
• COORDINAR                                                                          
Es frecuente que se ponga el acento solo en lo funcional y se dedican todos los esfuerzos a “coordinar acciones”. La tarea es más amplia y comienza por las personas y sus carismas y entonces el esfuerzo se ha de centrar en alentar a la integración y rendimiento de las particularidades y riquezas de cada uno.
De igual modo hay que rescatar las mejores experiencias de cada persona, de cada grupo, para hacerlas patrimonio de toda la comunidad. En este marco más amplio de personas, carismas y experiencias, cobra sentido la tarea práctica de coordinar las acciones necesarias.

• FORMAR
Básicamente se trata para el coordinador de ayudar a descubrir aquella espiritualidad cristo-céntrico-trinitaria y atenta a las situaciones humanas, que reclama la catequesis. Paralelamente se ha de procurar alentar a todos a ocuparse de su propia formación permanente, insistiendo en que somos discípulos que nos formamos todos en la escuela del único Maestro, el Señor.
Como responsable de acompañar a los hermanos en su crecimiento, el coordinador ha de buscar los modos adecuados para que la comunidad procure solucionar las dificultades para su formación que puedan tener los catequistas.

• ORGANIZAR
La tarea organizativa debe surgir de aquellas dos acciones prioritarias y ha de consistir en una acción tendiente a lograr, también en la catequesis, un funcionamiento orgánico. La “pastoral orgánica”, es reflejo de una espiritualidad y dinamismo eclesiales, donde todos nos aceptamos como miembros de un único cuerpo, cada cual con sus carismas y funciones.
Organizar es ordenar, planificar y ejecutar la participación para hacer de esta un camino para la comunión eclesial. “Comunión y participación” ha de ser entendida así: la comunión es una meta que se alcanza por el camino de la participación.

A propósito de la tarea de animar y coordinar la catequesis, hemos subrayado su dimensión comunitaria y la tarea del catequista para una catequesis en proceso, personalizante y de compromiso temporal. Los catequistas y los coordinadores de catequesis, deben trabajar estas sugerencias en el seno de sus comunidades para que encuentren en el diálogo y con la participación de todos, las propuestas adecuadas para cada comunidad.


Consultado en: http://www.didascalia.org.ar/nota.asp?idN=65

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