Hace mucho tiempo, en una región rural de nuestro país, cuenta la historia que los habitantes de una noble población, durante las fiestas de Navidad, en plena efervecencia decembrina, se pusieron de acuerdo para hacer un majestuoso nacimiento, muy típico, muy mexicano...
Ni tardos, ni perezosos, todos ellos fueron a sus casas y comenzaron a traer lo que creían que era adecuado:
- Un hermoso Portal, hecho de madera de pino, fresquecito y muy bien barnizado.
- Un pesebre decente, con paja real.
- Los peregrinos, recién pintados y con finas expresiones.
- Animalitos de todo tipo, grandes y pequeños.
- Heno, musgo, arena... todo lo necesario para recrear selvas, bosques, desiertos...
- Pastores y pastoras, en las más variadas situaciones.
- Un hermitaño, leyendo las Escrituras.
- Un infierno terrorífico, con sus diablitos y toda la cosa.
- Un firmamento lleno de estrellas, y angelitos colgando con hilos trasparentes.
- Un río "natural", una fuente, un pozo...
Todo era hermoso; llenaron mucho espacio, y la gente estaba muy contenta, pero... un pequeñito apuntó cuando la obra parecía terminada:
¿Y dónde está el Niñito Dios?
Entonces, los adultos, llenos de vergüenza, no supieron qué contestarle...
A veces nos sucede a nosotros lo mismo: Durante el tiempo del Adviento, y sobre todo en medio de las fiestas de Posadas, nos dedicados a "adornar" nuestro "Belén". Compramos mil regalos, hacemos mil detalles, engalanamos con todo tipo de luces, festones y escarchas nuestras casas... hacemos o adquirimos los manjares más exquisitos posibles (aunque no siempre sean del todo económicos)... pero nos olvidamos de lo Principal: Nos preparamos para recibir a Jesús que, como un niño indefenso, tomó nuestra condición humana y desde entonces puso su morada entre nosotros.
Ojalá que nosotros no nos olvidemos de Él...
Ni tardos, ni perezosos, todos ellos fueron a sus casas y comenzaron a traer lo que creían que era adecuado:
- Un hermoso Portal, hecho de madera de pino, fresquecito y muy bien barnizado.
- Un pesebre decente, con paja real.
- Los peregrinos, recién pintados y con finas expresiones.
- Animalitos de todo tipo, grandes y pequeños.
- Heno, musgo, arena... todo lo necesario para recrear selvas, bosques, desiertos...
- Pastores y pastoras, en las más variadas situaciones.
- Un hermitaño, leyendo las Escrituras.
- Un infierno terrorífico, con sus diablitos y toda la cosa.
- Un firmamento lleno de estrellas, y angelitos colgando con hilos trasparentes.
- Un río "natural", una fuente, un pozo...
Todo era hermoso; llenaron mucho espacio, y la gente estaba muy contenta, pero... un pequeñito apuntó cuando la obra parecía terminada:
¿Y dónde está el Niñito Dios?
Entonces, los adultos, llenos de vergüenza, no supieron qué contestarle...
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A veces nos sucede a nosotros lo mismo: Durante el tiempo del Adviento, y sobre todo en medio de las fiestas de Posadas, nos dedicados a "adornar" nuestro "Belén". Compramos mil regalos, hacemos mil detalles, engalanamos con todo tipo de luces, festones y escarchas nuestras casas... hacemos o adquirimos los manjares más exquisitos posibles (aunque no siempre sean del todo económicos)... pero nos olvidamos de lo Principal: Nos preparamos para recibir a Jesús que, como un niño indefenso, tomó nuestra condición humana y desde entonces puso su morada entre nosotros.
Ojalá que nosotros no nos olvidemos de Él...
Muy buena reflexión...
ResponderEliminarEl día de ayer, aquí en Escuela San Andrés, durante la Eucaristía, el Padre Luis Alfonso Zepeda apuntaba: "a veces nuestra navidad se convierte en una caja de regalo, muy bonita, adornada, pero hueca; o nos asemejamos a una esfera, brillante, hermosa, llamativa, pero vacía...", es triste que aún en lo que ya comúnmente llamamos "posadas", celebremos todo, menos a Aquel que debiéramos celebrar.
Gracias Esaú. Pondré desde YA a Jesús en mi pesebre :D