En cierta ocasión, unos traviesos nietecillos quisieron jugarle la
broma de su vida a quien, presa de los años y del cansancio de la vida,
solía quedarse dormido en su sillón, junto a la televisión...
Tomaron un poco de ese queso "apestocito" de la bodega, y se lo untaron con mucho cuidado en los bigotes del abuelo.
Al poco tiempo, el venerable anciano, sintiendo el hedor del
"ambiente", se puso rápido de pie y comenzó a gritar que "la sala
apestaba"... Marchó rumbo a la cocina y
allí también apestaba... luego, corrió hasta el patio, y para su
desgracia, apestaba... como un loco, salió de la casa, y todo el mundo
seguía apestando...
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Tal vez la vida no está "tan mal", quizás simplemente tenemos "delante de las narices" la causa de nuestro descontento cotidiano...